Ven, toma mi mano, te llevaré hacia donde podremos tocar las estrellas con nuestras propias manos,
Donde cada anochecer robo a la luna una de ellas, para ponerla en tu ventanal mientras duermas;
Para que con su luz, te acune, te cuide y te proteja, esa luz será mi eterna esencia.
Hoy, vuelvo a robarle a la luna, más hoy, el sutil y delicado fulgor de su paraselene,
Donde tú y yo nos sentaremos mirando llover gotas de estrellas fugaces que calcinan el suelo.
Con gotas de Tequieros, zurciré a tu piel, cada caricia que no te he dado,
Y tatuaré tantos versos que hice presos a una eterna mueca de silencio,
Que no hacía más que gritar con voz muda a tu oído: –Te amo, escuchadme por favor–.
No hay comentarios:
Publicar un comentario