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Aquí todos vosotros podéis encontrar una serie de poemas redactados por mí mismo: Daxl di Axed, escritor, músico y poeta.
Vida mía: Presta un beso perdido...

miércoles, 19 de junio de 2013

Epílogo


Justo cuando Alice estaba a punto de administrarle la vacuna a Matt, la puerta del salón se abrió.

Tuvo que protegerse los ojos de la cegadora luz blanca con una mano, para lograr ver a al menos media docena de personas vestidas con trajes de protección biológica.

— ¿Qué ocurre?, ¿Qué están haciendo?

Uno de ellos se dirigió hacia Alice mientras otros dos se arrodillaban junto a Matt.

— ¡Quietos!

Repelió al que se le acercaba con unos cuantos puñetazos bien colocados. Los tres que quedaban la intentaron agarrar para inmovilizarla, mientras los otros dos se llevaban a Matt.

Sólo tardó cuatro segundos en librarse de los tres que intentaban agarrarla. Después de todo a lo que se había enfrentado, tres tipos vestidos con trajes de protección no iban a resultarle un problema.

— ¡Matt!

Habían convertido el salón en una especie de área esterilizada, con equipo que parecía sacado de un hospital, incluida una camilla de examen clínico.

Varios de los individuos con traje de protección tendían a Matt en esa mesa.

Empezaron a salir tentáculos de las tres heridas que Matt tenía en el brazo.

—Está mutando. Lo quiero en el Programa Némesis —dijo uno de los tipos con traje de protección.

Alice corrió para rescatar a Matt, pero otros dos trajes la agarraron antes de que pudiera llegar; mientras los demás ataban con correas a Matt a la camilla y lo sacaban del lugar.

— ¡Matt! —Volvió a gritar Alice mientras le partía la placa facial a uno de los trajes. Luego pateó al otro en las pelotas.

Sin embargo, daba la impresión de que por cada dos de aquellos tipos que derribaba, aparecían tres.

Estaba exhausta, tanto física como mentalmente. Incluso ella tenía sus límites, y ya los había alcanzado.

Sintió que la pinchaban con una aguja en el muslo. Le propinó una patada con esa misma pierna a otro en la placa facial y se la partió, pero inmediatamente después, las extremidades dejaron de responder a las órdenes que les daba su cerebro.

Cayó al suelo y una neblina grisácea le ofuscó la visión. Oyó una voz que le resultó muy familiar.

—La quiero en cuarentena y en observación constante. Que le hagan una batería completa de análisis de sangre. Quiero saber si está infectada. Llevadla a las instalaciones de Raccoon City. Después quiero que organicéis un equipo nuevo. Vamos a reabrir la Colmena. Tenemos que saber qué ha ocurrido ahí abajo.

Alice reconoció por fin la voz, un momento antes de perder la conciencia.

El mayor Timothy Caín el Capaz. Vicepresidente de Operaciones. Su jefe.

—En marcha, ya.

Luego todo se quedó en blanco.

Durante un tiempo.

Cuando Alice se despertó, estaba, de nuevo, desnuda.

Sin embargo, esta vez lo que apenas la tapaba no era una cortina de ducha, sino un camisón de hospital.

Y en vez de estar dentro de una ducha abierta, estaba atada a algo.

No, atada no. Conectada.

Eran cables. Le habían insertado cables. Los tenía colocados en las piernas y en el torso, en los brazos y en la cabeza.

Se incorporó. ¡Dolor!

Un dolor espantoso, rugiente y aterrador que llegaba a entumecer los pensamientos le recorrió todas y cada una de las fibras de su ser.

Se arrancó los cables del brazo izquierdo.

El simple acto de arrancárselos provocó que el dolor fuera infinita e increíblemente peor.

Pero luego disminuyó.

Eso la animó a hacer lo mismo con los que tenía en el brazo derecho.

Ocurrió lo mismo: el dolor empeoró al principio, pero luego disminuyó hasta algo casi tolerable.

Dejó los dos últimos, conectados a cada lado de la cabeza, para el final.

A pesar de lo agónico y terrible que había sido el dolor cuando se despertó, el sufrimiento que sintió cuando se los arrancó de la cabeza estaba varias galaxias más allá.

Observó con atención el lugar donde se encontraba cuando la ardiente agonía disminuyó hasta convertirse en un dolor profundo y palpitante.

Cuando se despertó, estaba encima de una mesa de examen. Media docena de luces brillaban sobre ella. En ese momento, sin embargo, descubrió que estaba en el suelo, delante de la mesa.

No logró que le respondieran las piernas.

Miró a su alrededor y se fijó en que cada uno de los cables que se había arrancado estaba conectado al techo.

Aparte de las luces, de una puerta, de los cables y de la mesa de examen, la habitación era blanca y estaba vacía, aunque vio que también había un espejo.

Alice no tuvo duda alguna de que se trataba de una ventana disimulada.

Consiguió ponerse en pie con un tremendo esfuerzo. Las piernas parecían no recordar con exactitud cómo debían funcionar.

Trastabilló hasta llegar al espejo ventana y le propinó un golpe para pedir ayuda.

Si alguien la oyó, no dio muestras de haberlo hecho.

Se preguntó dónde estaría Matt.

Se preguntó si habría oído bien a Caín, si estaba tan loco como para reabrir la Colmena después de que hubiera muerto tanta gente allí abajo.

Alice Abernathy lo recordó todo esta vez. Recordó haber leído sobre el Virus-T. Recordó que pensó que había que hacer algo al respecto. Recordó haber hablado con Lisa Broward. Recordó haberse acostado con Spence, y despertarse para descubrir que había desaparecido. Recordó que se había metido en la ducha y que la afectó el gas nervioso.

Joder, hasta recordó cómo se jugaba al béisbol.

Recordó también algo más. Le había escrito un informe a Caín el Capaz donde le indicaba un fallo de diseño en los mecanismos de apertura mediante tarjeta, en el tipo de puertas de seguridad que utilizaba Umbrella en todas sus instalaciones. Un golpe de punzón bien colocado era capaz de anular los circuitos y provocar la apertura de las puertas.

Caín no confirmó la recepción del informe. Alice estaba segura de que ni siquiera se había preocupado de arreglar ese problema. Caín era un cabrón muy arrogante.

Alice empuñó uno de los cables empapados de sangre que había tenido conectado hasta hacía poco al brazo. Lo introdujo en la ranura del mecanismo y forcejeó un poco con él hasta que la puerta se abrió.

No, no había llegado a arreglar ese problema.

Capullo.

Recorrió los pasillos de lo que reconoció como el hospital de Raccoon City. El ala del edificio donde se encontraba era una donación de Umbrella, y la utilizaban para sus propios propósitos con bastante frecuencia.

Todos los pasillos estaban absolutamente vacíos.

Ni médicos, ni enfermeras, ni pacientes.

Nada. Ni nadie.

El silencio era ensordecedor. No sólo no había señal alguna de actividad humana. Parecía que tampoco existiera posibilidad alguna de actividad humana.

Al pasar por delante de un armario ropero se apropió de una bata de médico y se la puso por encima del escaso camisón.

Llegó a la puerta principal, y salió.

Lo que vio hizo que lo ocurrido en la Colmena fuera un simple paseo por el parque. Había vehículos abandonados y estrellados: autobuses, coches, bicicletas, motocicletas, furgonetas de reparto.

Las aceras estaban partidas, los contenedores de basura, volcados. Los edificios mostraban daños, con ventanas rotas y fachadas agrietadas. La basura estaba tirada por doquier. Las farolas habían caído derribadas. Había fuego y humo por doquier.

Y sangre por todas partes.

Pero no vio ni un solo cadáver.

Recorrió la calle con pasos lentos y cuidadosos con los pies descalzos para intentar esquivar los peores trozos de acera rota, llenas de cascotes y de cristales rotos.

En un kiosco vio varios ejemplares del Raccoon City Times. En la primera página se leía: «¡Los muertos caminan!».

Los cabrones habían reabierto la Colmena y habían dejado sueltos a los empleados infectados.

Capullos.

Alice siguió sin ver gente viva o muerta. O no muerta.

Sin embargo, sabía que eso no iba a durar mucho.

Dos de las decenas de coches abandonados y destrozados eran vehículos patrulla de la policía de Raccoon City. Le echó un vistazo al interior de uno, y luego al del otro, donde encontró lo que buscaba.

Una escopeta. Comprobó que tuviera el cargador lleno. Así era.

Alice desplazó la corredera para meter un cartucho en la recámara. Y esperó.

Continuará en:

Resident Evil:
Apocalypse

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