Matt
necesitó un segundo para recuperarse del espanto de ver cómo Kaplan quedaba
despedazado, en un instante, por aquel monstruo.
Luego
cerró de golpe la puerta del compartimento.
Ya
había lamentado la muerte de Kaplan en una ocasión. Joder, había lamentado la
muerte de todos. El tipo negro y los demás que habían muerto en la cámara de la
Reina Roja. Kaplan. J.D. Los empleados de la Colmena. Hasta la de Spence, el
muy capullo.
Y
la de Lisa.
Umbrella
era la responsable de todo aquello. Ellos habían creado el virus, ellos habían
permitido que Spence llegara a los escalafones más altos de la División de
Seguridad, y por último, habían creado a aquella cosa que corría por encima del
techo del tren. Había matado a Spence, había matado a Kaplan, había herido a
Matt, y esa criatura estaba más que dispuesta a matar a los tres
supervivientes.
Matt
se fijó en que la puerta del otro extremo del tren no tenía echado el cerrojo.
Alice
ya había recuperado el Colt de Rain y estaba en cuclillas en el centro del
tren, preparada para cualquier cosa. A medida que pasaba el tiempo, Matt veía
más y más la tremenda personalidad que mostraba Alice, y se sintió realmente
agradecido de que estuviera de su lado, en más de un sentido. Lisa había
elegido bien a su contacto.
Matt
cruzó a la carrera el vagón y le echó el cerrojo a la otra puerta, en el
preciso instante en que el monstruo intentaba abrirse paso a través de ella.
Aquello
lo contuvo tan sólo un momento. El segundo golpe derribó la puerta hacia
dentro. La hoja de metal golpeó a su vez a Matt y lo derribó contra el suelo.
Logró alzar las manos lo suficiente como para que no le diera en la cara, pero
a pesar de ello le dolió tanto el impacto de la puerta como el de su cuerpo
contra el suelo.
Alice
disparó tres veces contra la criatura y le dio de lleno en la cabeza, pero lo
único que consiguió fue que dejara de centrarse en Matt. Éste aprovechó la
distracción para salir a rastras de debajo de la puerta y luego echar a correr
de regreso al otro extremo del vagón, donde estaban apoyados todos aquellos
tubos doblados de metal.
Matt
se había fijado en aquellos tubos cuando se dirigieron en el primer viaje hacia
el interior de la Colmena. En aquel momento no se encontraba en condiciones de
preguntar qué hacían allí, y en ese momento le importaba una mierda eso mismo.
Lo
que le importaba era que se podían utilizar como armas.
La
lengua increíblemente larga de la criatura salió disparada del interior de sus
fauces y se enrolló alrededor de la pierna izquierda de Alice.
Luego
tiró de ella.
Alice
cayó de espaldas y se le escapó el Colt.
Intentó
aferrarse a las rejillas de las trampillas para impedir que la arrastrara. Matt
desató el cable que mantenía unidos los tubos en esa esquina.
Luego
se lanzó a la carga y utilizó los tubos como un ariete que estrelló contra la
cabeza de la criatura.
El
monstruo trastabilló hacia atrás, pero no tan herido como Matt había esperado.
Sin embargo, al menos, soltó la lengua de la pierna de Alice. Ella se abalanzó
con rapidez hacia la pistola, pero antes de que pudiera empuñarla, la lengua
salió disparada de nuevo y derribó a Alice de un tremendo lametón.
Ella
curiosamente abandonó todo intento de recuperar el revólver, y en vez de eso,
agarró dos de los tubos que se habían separado del puñado que Matt había
utilizado.
El
primero lo estrelló en horizontal contra la lengua del monstruo y la mantuvo
pegada al suelo.
El
segundo lo utilizó como una lanza y lo empuñó en vertical para atravesar tanto
la lengua como la rejilla del suelo y la dejó hincada allí.
Lo
dejó clavado al suelo.
—
¡Abre la puerta! —Le gritó a Matt.
Matt
se giró para apretar el botón rojo que abriría la trampilla sobre la que se
encontraba el monstruo, y de la que no se podía apartar, ya que Alice lo había
inmovilizado allí, pero se encontró con que alguien se interponía entre el
botón y él.
Rain.
Tenía
los ojos lechosos.
Se
movía con gestos torpes.
Abrió
la boca de par en par y mostró unos dientes ennegrecidos.
Avanzó
hacia él para morderle, igual que lo había hecho Lisa.
Sin
embargo, esta vez, Matt estaba preparado para aquello, y la apartó de un
empujón. Se agachó y empuñó el Colt.
—
¡Abre la puerta ya! —Aulló Alice.
Matt
había dudado con su hermana. Cuando Alice pensó, tan sólo unos minutos antes,
que Rain estaba muerta, había dudado.
Matt
no lo dudó ni un momento y le pegó un tiro en la cabeza a Rain.
Ella
cayó hacia atrás y apretó el botón rojo con la espalda.
El
monstruo cayó entre las ruedas del vagón y se estrelló contra las traviesas
mientras viajaban a unos cien kilómetros por hora.
La
fricción provocó una deflagración tremenda que Matt sintió y olió más que vio.
El calor que desprendió fue semejante al de un infierno, y el hedor a carne
quemada le invadió las fosas nasales cuando el fuego invadió el interior del
vagón.
No
fue un espectáculo agradable.
Sin
embargo, era merecido.
Matt
apretó de nuevo el botón rojo. Aquello cerró la portilla y tajó la lengua de la
criatura, que quedó atrás, ardiendo sobre las vías.
Alice
y él intercambiaron una mirada. Matt se sentía más cansado de lo que se había
sentido en toda su vida.
Alice
parecía encontrarse más viva que cuando la habían encontrado, dos horas antes.
Qué
día más jodido.
Abrió
la puerta que daba al compartimento del conductor. No tardó mucho en averiguar
cómo frenar el vehículo. Lo habían diseñado para que fuera a prueba de idiotas.
Lo frenó mientras entraban en la otra terminal.
Terminal.
Una palabra apropiada de cojones.
Se
bajaron en silencio. Matt todavía llevaba en la mano el revólver de Rain
Meléndez. Alice llevaba el maletín con el virus y el antivirus.
Pasaron
con rapidez al lado de las cajas y los contenedores en dirección a las
escaleras gigantes que les llevarían de regreso a la lujosa mansión.
En
un momento dado pasaron al lado de la barra metálica que J.D. había colocado en
las compuertas. La cuenta atrás mostró que quedaban menos de diez segundos.
Las
compuertas se cerraron a sus espaldas mientras subían las escaleras.
Los
padres de Matt los habían educado como católicos, pero tanto Lisa como él
prácticamente habían dejado de ir a misa cuando tenían trece años.
A
pesar de ello, Matt empezó a rezar por Lisa, por Rain y por todos los demás que
habían muerto allí abajo.
Mientras
cruzaban el comedor en dirección a la puerta principal, se dio cuenta de que
Alice empezaba a tambalearse.
Para
cuando llegaron al vestíbulo, se derrumbó en el suelo y salió el maletín cerca
de ella.
Matt
se agachó a su lado y vio los sollozos que la sacudían por completo.
—Les
he fallado —dijo de forma entrecortada—. A todos ellos. Les he fallado.
La
culpabilidad del superviviente. Matt sabía mucho, demasiado, al respecto.
Joder, la estaba experimentando en ese mismo instante. Cada vez que cerraba los
ojos, veía a su hermana, con el rostro contraído e intentando morderle. Si
Alice quería hablar de fracasos.
Pero
ese camino sólo llevaba a la locura.
—Escúchame
bien —le dijo con voz firme—. No podías haber hecho nada más. Aquí la única
culpable es Umbrella, no tú —Señaló el maletín—. Y por fin tenemos pruebas. Eso
significa que Umbrella no volverá a salirse con la... —Se calló de repente
cuando una fuerte punzada de dolor le atravesó el brazo izquierdo. Sacudió la
cabeza y siguió hablando—. Salirse con la suya en esto. Podemos.
Volvió
a sentir el dolor, pero esta vez fue más que una punzada, y se concentró en los
tres desgarrones que el monstruo sin ojos le había hecho en el tren. Al mismo
tiempo, notó que perdía toda la sensibilidad en el brazo por debajo de aquellas
heridas.
—
¿Qué ocurre? —Le preguntó Alice.
De
su boca surgió de repente un aullido cuando el dolor le recorrió todo el
cuerpo, y cayó de espaldas.
—Estás
infectado, pero te pondrás bien. No pienso perderte.
Matt
apenas oyó las palabras de Alice. Se quedó en el suelo, se retorcía y sufría
espasmos provocados por el dolor agónico que le azotaba cada articulación, cada
músculo, cada célula. Gritó y gritó y gritó.
Luego
todo se volvió blanco.
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