Bienvenidos a daxeldiaxed.blogspot.com

Aquí todos vosotros podéis encontrar una serie de poemas redactados por mí mismo: Daxl di Axed, escritor, músico y poeta.
Vida mía: Presta un beso perdido...

miércoles, 19 de junio de 2013

Capítulo 26:


Bart Kaplan observó a Alice, Rain y los otros salir por el conducto de ventilación mientras se ponía el cañón de su revólver en la boca.

Eso era todo. Ya la había jodido bastante. Su estupidez mató a One, Warner, Drew y Olga. Su pánico mató indirectamente a J.D. Maldición, su desconexión de la Reina Roja causó que esos zombies quedaran libres.

Debía pagar por todo lo que había hecho.

Mientras uno de los zombies que había sido uno de los doctores subía hacia él por la tubería, se preparó para apretar el gatillo.

En el último segundo sacó el arma de su boca y disparó al doctor zombie en la cabeza.

Entonces tiró el arma al que seguía al doctor.

— ¡Vais a tener que ganaros la comida!

El suicidio era para los fracasados. Kaplan era muchas cosas, pero jamás había sido un fracasado. Sí, la había jodido, pero maldita sea, hacía su trabajo. Seguía órdenes, hacía lo que se le decía. A veces se cometían errores, pero él no iba a dejarse arrastrar en la caída.

Kaplan no había liberado el Virus-T en la Colmena. Quien hubiera hecho eso era el responsable.

Kaplan no.

Sintió un dolor lacerante en la pierna que le habían mordido. Kaplan trepó hasta un espacio que había detrás de él. Conducía a un conducto de ventilación. Si tenía suerte, incluso con su herida, podría mantenerse a distancia de las hordas de zombies, en especial por el hecho de que parecían hipnotizados por el cadáver del doctor.

No pensó, no se obsesionó, no se dejó dominar por el pánico, no hizo nada excepto concentrarse en poner una mano delante de la otra mientras se arrastraba por el conducto.

Eso funcionó hasta que llegó a un callejón sin salida.

Mierda.

Se giró. La pierna le sangraba en abundancia, y podía escuchar el avance de los zombies que se acercaban.

Miró hacia arriba y vio una rejilla.

Le costó al menos un minuto salir a la sala. La agonía en la pierna estaba al rojo vivo, pero hizo todo lo que pudo para hacer caso omiso y no gritar.

Finalmente, no logró un éxito total, pero allí no había nadie que pudiera verle u oírle.

Cojeó sobre la pierna herida y avanzó renqueante por el pasillo. Abrió el ordenador de su brazo y se conectó con la Reina Roja para tratar de obtener alguna lectura de calor. Con eso no detectaría a ninguno de los zombies, pero al menos encontraría a los demás.

Como mínimo a algunos de los demás. En uno de los laboratorios había tres lecturas de calor. La más baja de las tres lecturas seguramente era Rain. Kaplan no podía saber quiénes eran las otras dos.

Se preguntaba quién de ellos había muerto.

¿Era poco caritativo esperar que fuera Spence?

Era probable, pero en esos momentos a Kaplan no le importaba. Cuando llegó a la puerta del laboratorio, Kaplan se derrumbó contra ella. Estaba mucho más que exhausto, el dolor en su pierna había llegado a convertirse en un infierno, y era incapaz de dar ni un paso más.

Entonces vio que el mecanismo de apertura había sido desconectado.

Magnífico.

Sacó energía de unas reservas que J.D. y Rain jamás hubieran pensado que tuviera, se arrastró hasta la otra puerta e introdujo el código de apertura.

Vio el interior desde la ventana. Alice, Rain y Matt estaban dentro.

Parecía que era Spence el muerto. Bien.

Entonces levantó la mirada y vio el monitor.

¿Cómo había logrado Spence llegar a la estación de tren?, ¿Y qué demonios podría haberle hecho eso?

Sacudió la cabeza e introdujo nuevamente el código.

No pasó nada.

Consultó su ordenador. El código que había introducido era el correcto.

A no ser...

— ¿Has cambiado el código verdad?

—Tenía que hacerlo.

Kaplan parpadeó. No esperaba que la Reina Roja contestara.

—Necesito que la puerta se abra.

—Lo siento, pero no puedo.

Buscó en los bolsillos de su pecho y Kaplan sacó el control remoto.

— ¿De verdad? Bueno, yo no lo siento en absoluto.

Pulsó el botón.

Por segunda vez ese día, desconectó a la Reina Roja. Sólo que esta vez había quedado frita del todo.

La puerta, obediente, se abrió.

Alice sostenía un hacha, y parecía dispuesta a cortarle la cabeza a alguien. Matt estaba de pie a su lado con una mirada estúpida en la cara.

Rain estaba de rodillas en el centro del piso, sumergida en el agua hasta la cadera, con el aspecto de una mierda apaleada. Pero fue ella la que habló.

— ¿Kaplan?

Él logró sonreír.

—La puta no quería abrir la puerta, así que tuve que freírla.

Fue entonces cuando algo golpeó la ventana de plastiglás. Alice levantó instintivamente el hacha justo en el momento en que la cosa atravesaba la ventana.

Todos corrieron hacia la salida. Justo cuando Kaplan cerró y atrancó la puerta, el qué demonios era eso chocó contra ésta y la melló. Eso no debería haber sido posible.

— ¿Qué cojones era eso?

—Es una larga historia —contestó Alice que se alejaba corriendo.

Matt, que cargaba a Rain, le contó a Kaplan lo que había sucedido, le habló del Virus-T y del antivirus, del extraño monstruo que había matado a Spence, y del hecho de que todo eso era obra de Spence.

Agradecido por tener alguien sobre el que descargar todo su sentimiento de culpabilidad, Kaplan cojeó tras Alice y Matt, que cargaba con Rain. Alice estaba armada sólo con un hacha antincendios. A Kaplan no le quedaba munición para su Beretta y su revólver, y en cualquier caso este último lo había tirado. Matt y Rain estaban desarmados. Demonios, Rain estaba tres cuartas partes muerta.

Kaplan trató de no pensar en lo patéticos que eran. Si esa cosa los atrapaba, estaban más muertos que la carne picada.

Pero por otra parte, habían llegado hasta allí. Más de quinientas personas habían muerto, pero ellos no.

Alice señaló hacia el tren.

—Ponlo en marcha, yo cogeré el virus.

Kaplan asintió y subió renqueante al tren. El dolor en esos momentos había disminuido hasta ser un simple palpitar. O tal vez es que se había acostumbrado a él.

En cualquier caso, en esos momentos estaba muy agradecido de ser uno de los vivos en vez de uno de los muertos.

O de los no muertos.

O fuera lo que demonios fuesen. Mientras ponía en marcha el tren observó por la ventana cómo Alice cogía el maletín metálico. Se acercó a él... justo cuando Spence se le abalanzó.

Alice lo esquivó sin dificultades. Los daños que había sufrido Spence incluían el hecho de que sus piernas estaban machacadas del todo, así que no podía hacer otra cosa que arrastrarse por el suelo con los brazos. Eso hizo que los esfuerzos de Kaplan para arrastrarse a través del conducto de ventilación parecieran elegantes.

Alice lanzó a su marido una mirada que Kaplan hubiera jurado que de ser capaz de matar con ella, Spence se habría visto reducido a un montón de cenizas.

Patea culos Alice, al parecer, había regresado.

—Realmente te voy a echar a faltar —dijo ella mientras levantaba el hacha.

Entonces le cortó la cabeza.

Kaplan trató de no pensar en el hecho de que era la segunda decapitación que había presenciado ese día. En vez de ello se concentró en arrancar el tren.

—De acuerdo —dijo cuando todos los controles indicaban que el tren estaba preparado para regresar a la mansión—, estamos listos. Máxima potencia. —Se giró hacia la cabina—. ¡Nos vamos!

Se fijó en que Alice se detenía tan sólo un instante para quitarse el anillo de casada y dejarlo caer junto al cuerpo empapado en sangre de Spence, después recuperó el maletín y el Colt de Rain y subió a bordo.

Matt entró en la guarida del ingeniero un minuto después con una pistola hipodérmica y algunas vendas improvisadas. Ahora sólo llevaba una camiseta blanca. Tras mirar los vendajes azules un mero instante, Kaplan se imaginó que había utilizado su camisa para hacer las vendas.

Sin decir nada, el policía o lo que fuera que era, inyectó a Kaplan el antivirus, y después empezó a vendarle las heridas.

Kaplan trató de no pensar en la sangre que le cubría el cuerpo casi tanto como la que cubría el cadáver de Spence. Se concentró en el informe que tenía intención de redactar cuando todo eso hubiera terminado. E iba a ser un informe muy jugoso. Saber que Spence era el responsable de todo aquello le envalentonaba. Le había librado de la culpa de muchas formas. Kaplan sabía que Umbrella hacía las cosas a su manera, pero Dios, ¿Un ordenador que trocea a la gente que trata de llegar a él?, ¿Una gran cosa escamosa sin ojos y dientes del tamaño de Rhode Island que corría libremente por ahí?, ¿Uno de tus mejores tipos de seguridad que había convertido una de tus supuestas seguras instalaciones subterráneas en una película de terror? Y además, el factor desencadenante, ¿Un virus que te mata y reanima tu cadáver?

En el pasado, Bart Kaplan había deseado pretender no ver las áreas más poco éticas de Umbrella, básicamente porque ese ojo estaba concentrado en el gran número de ceros de su cheque de la paga.

Pero aquello... aquello ya era demasiado.

No tenía ni idea de lo que él, un mero peón en la División de Seguridad, podía hacer, pero fuera lo que fuese, tenía la intención de descubrir qué era, y hacerlo.

Matt le puso una mano sobre el hombro cuando acabó. Kaplan le hizo una señal de asentimiento con la cabeza. No tenía ni idea de quién era ese tipo, y en esos momentos le importaba una mierda. Hoy, ellos cuatro habían atravesado los nueve círculos del infierno, y habían vivido para contarlo. En esos momentos eso era lo único que a Kaplan le importaba.

—No quiero ser una de esas cosas.

Kaplan se giró para mirar a Rain cuando ella pronunció esas palabras. Alice la miraba, como Matt había hecho con Kaplan.

—Andar por ahí sin un alma —prosiguió Rain—. Cuando llegue el momento, te harás cargo de la situación.

No era una pregunta.

— ¡Eh, nadie más va a morir! —Se limitó a responderle Alice.

Rain se quitó el reloj de la muñeca y se lo dio a Alice.

Entonces la cabeza le cayó hacia delante.

En cualquier otro momento, Kaplan hubiera imaginado que se habría sumido en coma o algo por el estilo. Pero había visto demasiada muerte a lo largo del día.

Rain Meléndez estaba muerta.

Mierda.

— ¿Rain? —Dijo Alice con voz suave.

Nada.

Kaplan negó con la cabeza. Jamás le había gustado demasiado Rain, ella y J.D. se pasaban demasiado tiempo poniéndole las cosas difíciles a Kaplan, pero aun así eran camaradas, compañeros de equipo, y cuando era necesario, se protegían unos a otros, dependían unos de otros.

Ahora Kaplan era el único que quedaba.

Lo divertido de todo era que J.D. siempre había dicho que si sufrían alguna baja, era probable que Kaplan fuera el primero en caer.

Y en vez de ello, era el único superviviente.

Alice cogió el Colt de Rain.

La cara le temblaba de una forma que Kaplan jamás hubiera esperado ver en Patea culos Alice. Esta apuntó con el revólver a la cabeza de Rain.

Quitó el seguro.

Entonces Rain se adelantó y cogió la muñeca de Alice.

—Todavía no estoy muerta —dijo Rain.

Kaplan no pudo menos que esbozar una mueca tras un suspiro de alivio. De repente, se vio a sí mismo esperando recibir más mierda de Rain en el futuro.

Mientras tanto, Rain cogió el Colt de las manos de Alice.

—Tal vez sea mejor que recupere esto.

Alice se rio.

—Te besaría, puta.

Kaplan se sobresaltó al oír el desgarrón de metal que resonó por todo el tren, que superó incluso el ruido del motor. Se giró y vio una gigantesca garra atravesar la pared del tren, dejó tres largos zarpazos en el hombro izquierdo de Matt.

— ¡Sácanos de esta puta mierda! —Gritó Matt a Kaplan.

—Si vamos más rápidos saldremos de las vías.

Se giró para mirar al frente, justo cuando unas garras destrozaban la pared que había a su izquierda.

Una cara alargada sin ojos y con unos dientes del tamaño de Pensilvania, miró en dirección a Kaplan.

Después del día que había tenido, Kaplan pensó que ya debería haberlo visto todo.

Estaba equivocado.

Su último pensamiento mientras la criatura lo desgarraba con sus garras y dientes era la rabia que sentía por no poder escribir ese puto informe.

No hay comentarios: